En este primer capítulo sobre la historia del ciclismo en Santiponce Antonio Silva nos relata la creación de un club deportivo que albergaba, entre otras, una sección de ciclismo que denomina ”Club Ciclista Italicense” en otros escritos. Detalla los primeros pasos del club deportivo y la organización de la primera carrera ciclista de la que se tiene cosntancia en Santiponce.
El manuscrito original puede leerse en este enlace.

NUESTRO MOVIMIENTO DEPORTIVO DE MASAS

Es justo exponer el gran papel que también jugaron en nuestro pueblo las organizaciones de masas, dado a que en ellas se desarrollaron físicamente muchos de nuestros mejores camaradas.
Estas organizaciones de masas juveniles deportivas tuvieron en una época una gran actividad en nuestro pueblo y surgieron por la propia iniciativa de entusiastas, los cuales dieron un nuevo colorido a la vida social del pueblo, y al correr del tiempo, los ha habido que han llegado a ser figuras nacionales en el deporte, como el conocido campeón de España de ciclismo Francisco Moreno Velázquez, como el atleta José Rodríguez, como el futbolista el “Sépiro”, así como otros muchos que se distinguieron ocupando puestos elevados como figuras sobresalientes en los juegos olímpicos, en el deporte.
Nuestra organización en un principio, empezó con la organización de un equipo de fútbol, donde para poder jugar se organizó otro, con los cuales se fueron desarrollando cuadros de futbolistas para organizar encuentros con los equipos de otros pueblos.. Estos dos equipos, que estuvieron juntos en la misma sociedad fue la escuela primaria de esos que más tarde fueron campeones nacionales y figuras deportivas de bastante valía en la provincia.
Antonio SilvaAl lado de nuestros dos equipos de fútbol surgieron otras secciones deportivas atléticas olímpicas, pues fue organizada una sección ciclista, la que se organizó en sociedad con una sección atlética pedestre, organizándose carreras locales de ambas secciones.
Cuando en nuestra sección llegamos a tener corredores preparados para participar en carreras se organizaron dos carreras, las que fueron bastante reñidas, pues había un gran pugilato entre nosotros, habiendo un amplio entusiasmo en todos los aficionados al ciclismo, los que nos preparábamos para demostrar nuestras cualidades y dominio. Este entusiasmo se extendía hacia toda la juventud del pueblo, así como a industriales, los cuales habían dado donativos para premios de la primera prueba.
Cuando ya teníamos todo preparado para celebrar esa fiesta deportiva ciclista que inauguraba nuestro club, nos comunican que para esto había que cumplir con unos requisitos, con los cuales nosotros, jóvenes novatos en estas cosas, no habíamos contado.
Primero había que legalizar el club como sociedad deportiva con su reglamento.
Segundo, había que afiliarse a la Unión Ciclista Española, que residía en Barcelona.
Tercero había que pedir permiso al Gobierno Civil para que éste previniera a los puestos de la Guarda Civil de los pueblos por los cuales pasaría nuestra carrera ciclista.
Esta nueva interrupción creó un amplio malestar en todos los aficionados con los cuales se había organizado nuestro club, pues todos los gastos fueron sufragados por estos afiliados al club, a los que se les planteaba un nuevo sacrificio, sacrificio que fue cumplido muy rápidamente, pues cuando la juventud se propone un objetivo y cuando en él hay un colectivo entusiasmado unido, aquel siempre ha sido sobrepasado.
Fue mandado un telegrama y una carta a la Unión Ciclista Española pidiendo nuestro ingreso, fue confeccionado un reglamento siguiendo las normas impuestas para esta clase de sociedad, cosa que fue rápidamente concedida y, cuando todo estaba arreglado, sólo quedaba designar una fecha y pedir permiso con una semana de anticipación a la celebración.
En todos estos trámites de reglamento ayudó un chupatintas de la localidad enterado de todas estas cuestiones de papeleo y leyes y, como hay que comprender, siempre chupaba algo más de la cuenta en estas cosas, y más al ver que la mayoría éramos novatos en estas cosas.
Además todos estos trámites tenían que pasar por las manos de las autoridades locales, y muy especialmente por las manos del secretario del municipio, que se encargaba de mandar las peticiones al Gobierno Civil. Este señor, del cual ya he hablado en otros apartados anteriores, Don José Artillo, se encargó de arreglar estas cosas.
Un buen día nos comunica que había sido mandado el oficio al gobernador pidiendo la autorización para la fecha que habíamos acordado de la celebración de nuestra carrera ciclista y que él esperaba que de un día a otro llegara la autorización.
Todo el club se puso contento y nos pusimos a la preparación de detalles, esperando con ansia ese día en el que íbamos a triunfar como neófitos en el ciclismo.
A los pocos días llamó Artillo a uno de la directiva del club, al cual le dijo que tenía que firmar la copia de los oficios mandados al gobernador, por los cuales había que pagar 16 pesetas de pólizas, sellos y timbres de estado; requisitos imprescindibles para un acto como ese. Este dirigente, que no tenía en aquel momento la cantidad, prometió traerla de seguida, con lo que salió a buscar algunos socios para entregarla, pues aquella nueva suma fue pagada en el acto, diciéndonos el señor Artillo: el domingo podéis celebrar vuestra carrera.
Nos marchamos del municipio todos contentos sin haber recogido la copia de aquel oficio ni demás documentos, pues como era el señor Artillo el que lo decía, “santa palabra”, no nos preocupamos más de detalles ni de trámites, solo entusiasmados en espera de la prueba.


 

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