Pretendemos en este apartado abordar la historia del ciclismo en Santiponce.
Esta idea parte de un escrito de Antonio Silva Vega "Terete", en su exilio de Moscú, datado el 18 de Junio de 1960. En este escrito, Antonio Silva dejó constancia de las actividades deportivas que se llevaban a cabo en Santiponce, probablemente entre 1925 y 1930. No tenemos certeza de la fecha exacta de los hechos que relata porque no hay ninguna referencia sobre ella.
Vamos a dedicar los cuatro primeros capítulos a sus relatos.
Disponemos de los manuscritos digitalizados, pero como el mismo Antonio Silva advierte en un escrito anterior, podemos tener ciertas dificultades al leerlos directamente, por eso transcribimos el contenido. Procuramos que la transcripción sea lo más fiel posible al relato original, modificando sólo lo imprescindible para que se entienda bien lo que el autor quiere contar.
Después vendrán cronológicamente otras épocas y presonajes que iremos repasando, comentando e ilustrando con fotos que hayan llegado hasta nosotros.
En este primer capítulo sobre la historia del ciclismo en Santiponce Antonio Silva nos relata la creación de un club deportivo que albergaba, entre otras, una sección de ciclismo que denomina ”Club Ciclista Italicense” en otros escritos. Detalla los primeros pasos del club deportivo y la organización de la primera carrera ciclista de la que se tiene cosntancia en Santiponce.
El manuscrito original puede leerse en este enlace.
NUESTRO MOVIMIENTO DEPORTIVO DE MASAS
Es justo exponer el gran papel que también jugaron en nuestro pueblo las organizaciones de masas, dado a que en ellas se desarrollaron físicamente muchos de nuestros mejores camaradas.
Estas organizaciones de masas juveniles deportivas tuvieron en una época una gran actividad en nuestro pueblo y surgieron por la propia iniciativa de entusiastas, los cuales dieron un nuevo colorido a la vida social del pueblo, y al correr del tiempo, los ha habido que han llegado a ser figuras nacionales en el deporte, como el conocido campeón de España de ciclismo Francisco Moreno Velázquez, como el atleta José Rodríguez, como el futbolista el “Sépiro”, así como otros muchos que se distinguieron ocupando puestos elevados como figuras sobresalientes en los juegos olímpicos, en el deporte.
Nuestra organización en un principio, empezó con la organización de un equipo de fútbol, donde para poder jugar se organizó otro, con los cuales se fueron desarrollando cuadros de futbolistas para organizar encuentros con los equipos de otros pueblos.. Estos dos equipos, que estuvieron juntos en la misma sociedad fue la escuela primaria de esos que más tarde fueron campeones nacionales y figuras deportivas de bastante valía en la provincia.
Al lado de nuestros dos equipos de fútbol surgieron otras secciones deportivas atléticas olímpicas, pues fue organizada una sección ciclista, la que se organizó en sociedad con una sección atlética pedestre, organizándose carreras locales de ambas secciones.
Cuando en nuestra sección llegamos a tener corredores preparados para participar en carreras se organizaron dos carreras, las que fueron bastante reñidas, pues había un gran pugilato entre nosotros, habiendo un amplio entusiasmo en todos los aficionados al ciclismo, los que nos preparábamos para demostrar nuestras cualidades y dominio. Este entusiasmo se extendía hacia toda la juventud del pueblo, así como a industriales, los cuales habían dado donativos para premios de la primera prueba.
Cuando ya teníamos todo preparado para celebrar esa fiesta deportiva ciclista que inauguraba nuestro club, nos comunican que para esto había que cumplir con unos requisitos, con los cuales nosotros, jóvenes novatos en estas cosas, no habíamos contado.
Primero había que legalizar el club como sociedad deportiva con su reglamento.
Segundo, había que afiliarse a la Unión Ciclista Española, que residía en Barcelona.
Tercero había que pedir permiso al Gobierno Civil para que éste previniera a los puestos de la Guarda Civil de los pueblos por los cuales pasaría nuestra carrera ciclista.
Esta nueva interrupción creó un amplio malestar en todos los aficionados con los cuales se había organizado nuestro club, pues todos los gastos fueron sufragados por estos afiliados al club, a los que se les planteaba un nuevo sacrificio, sacrificio que fue cumplido muy rápidamente, pues cuando la juventud se propone un objetivo y cuando en él hay un colectivo entusiasmado unido, aquel siempre ha sido sobrepasado.
Fue mandado un telegrama y una carta a la Unión Ciclista Española pidiendo nuestro ingreso, fue confeccionado un reglamento siguiendo las normas impuestas para esta clase de sociedad, cosa que fue rápidamente concedida y, cuando todo estaba arreglado, sólo quedaba designar una fecha y pedir permiso con una semana de anticipación a la celebración.
En todos estos trámites de reglamento ayudó un chupatintas de la localidad enterado de todas estas cuestiones de papeleo y leyes y, como hay que comprender, siempre chupaba algo más de la cuenta en estas cosas, y más al ver que la mayoría éramos novatos en estas cosas.
Además todos estos trámites tenían que pasar por las manos de las autoridades locales, y muy especialmente por las manos del secretario del municipio, que se encargaba de mandar las peticiones al Gobierno Civil. Este señor, del cual ya he hablado en otros apartados anteriores, Don José Artillo, se encargó de arreglar estas cosas.
Un buen día nos comunica que había sido mandado el oficio al gobernador pidiendo la autorización para la fecha que habíamos acordado de la celebración de nuestra carrera ciclista y que él esperaba que de un día a otro llegara la autorización.
Todo el club se puso contento y nos pusimos a la preparación de detalles, esperando con ansia ese día en el que íbamos a triunfar como neófitos en el ciclismo.
A los pocos días llamó Artillo a uno de la directiva del club, al cual le dijo que tenía que firmar la copia de los oficios mandados al gobernador, por los cuales había que pagar 16 pesetas de pólizas, sellos y timbres de estado; requisitos imprescindibles para un acto como ese. Este dirigente, que no tenía en aquel momento la cantidad, prometió traerla de seguida, con lo que salió a buscar algunos socios para entregarla, pues aquella nueva suma fue pagada en el acto, diciéndonos el señor Artillo: el domingo podéis celebrar vuestra carrera.
Nos marchamos del municipio todos contentos sin haber recogido la copia de aquel oficio ni demás documentos, pues como era el señor Artillo el que lo decía, “santa palabra”, no nos preocupamos más de detalles ni de trámites, solo entusiasmados en espera de la prueba.
En este segundo capítulo, que no tiene desperdicio, Antonio Silva nos relata la primera carrera organizada por el club italicense con un desenlace imprevisto y posteriormente explicado. Este relato sigue inmediatamente al del anterior capítulo en el manuscrito. De nuevo lo transcribimos para mayor facilidad de su lectura y en este enlace exponemos el manuscrito original.
Llegó la fecha y esa mañana apareció en la calle central de la carretera una amplia pancarta en la que se saludaban a los neófitos del ciclismo de Santiponce.
Aquella mañana de domingo la calle principal del pueblo estaba de fiesta, pues se congregó en ella toda la población y amigos de otros pueblos entusiastas de este deporte, pues la población quería ver a aquellos en maillot y en calzoncillos cortos, cosa nueva en el pueblo, pues por aquellos años enseñar las piernas no era cosa que todos los días se veía en un pueblo donde no quedó una muchachita que no se concentrara en este lugar, a pesar de sus prejuicios tímidos religiosos.
El itinerario de nuestra carrera era desde Santiponce pasando por el pueblo de Las Pajanosas hasta la Venta del Alto y vuelta. Total 25 kilómetros y 25 a la vuelta. Total 50 km.
Fueron adornando unos coches con banderas del club en el que iba el botiquín, en otros con la directiva, otros en motos, lo que daba un amplio colorido a toda aquella caravana de coches, motos, ciclistas con camisetas de distintos colores, según las marcas de las bicicletas en las que corrían.
La carrera fue muy reñida, pues se hizo a un tren bastante bueno para principiantes, pues la salida fue de esas que podemos llamar hoy la de raqueta, pues se empezó a una velocidad fuerte con la cual bastantes no pudieron resistirla, abandonando la carrera a la mitad del camino. Los más fuertes continuamos a aquel ritmo, que no pudimos aguantar mermando la velocidad. Los corredores y prácticos en estos medios de competiciones previeron la imposibilidad de que el grupo de cabeza pudiera resistir el tren que llevaban. De 20 que éramos los participantes sólo llegamos a la Venta del Alto la mitad, y ya divididos en tres grupos.
El esfuerzo realizado fue inmenso para neófitos como éramos, pues todos queríamos llegar el primero, pues el que más y el que menos confiábamos en nuestras facultades de corredor. Los que teníamos nuestros admiradores, y muy especial entre las muchachitas del pueblo las que nos realzaban y nosotros no lo creíamos.
Esforzándonos por ganarla el regreso lo hicimos los tres más fuertes en donde, dentro de nuestra grande amistad que nos teníamos, en aquel momento éramos unas fieras por ganarnos uno al otro.
Todo el regreso fue muy bien hasta la llegada a la cuesta de El Peral, a tres kilómetros del pueblo en donde fue decidida la suerte de la carrera. José Rodríguez, el de Remolino, emprendió un despegue despegándose de otro José Rodríguez, el de Cigarra, el cual quedo también algo retrasado y yo que quedé en dicha cuesta en tercer lugar, por lo que me fue imposible darle alcance.
Pero es aquí donde viene lo más gordo.
Cuando me iba acercando al pueblo algunos amigos se me acercaron en sus bicicletas hablándome algo que no comprendía, pues cabreado por entrar el tercero yo empujaba para que la distancia que me separaba del segundo fuera lo más corta, pues yo lo veía y quería darle alcance. Otros me decían: ¡aprieta, aprieta que los alcanzas!.
He de decir que cuando me iba acercando a la meta yo ya había agotado todos mis recursos y ya no veía nada. La gente gritaba, unos aplaudían otros me pedían que frenara, pero yo quería entrar en la meta a la velocidad que es normal en estas competiciones.
Yo vi a un Guardia Civil que con las manos en alto me pedía que frenara. Yo ya no podía frenar y ¡catapún!, topé con aquel intruso que se ponía por delante nada menos que a cien metros de la meta. Yo caí rodando y el Civil también. Me cogieron, pues me había hecho daño hiriéndome. Me llevaron al club para curarme, en el que vi a una gran cantidad de personas que discutían con el cabo de los Civiles.
Cuando me curaban, un amigo se me acerca diciéndome: ¿sabes que la carrera no estaba autorizada y por eso el Guardia te ha cogido por el manillar de la bicicleta?.Yo me quedé de piedra.
-¿Cómo?, dije, ¿Qué no está autorizada la carrera?.
-Sí, no está autorizada, y por todo esto han puesto una multa al club.
El cabo prometió mandar un oficio al gobernador sobre nuestra violación del tránsito por la carretera. Los ánimos estaban muy excitados. A mi se me vino a la imaginación de seguida: bueno ¿y las dieciséis pesetas que hemos pagado?, ¿y lo que nos dijo Artillo?, ¿es que eso no es una orden, una autorización?.
Al cabo se le dijo que esta cuestión debía arreglarla con el señor Artillo, pues él tiene la autorización con el oficio del gobernador autorizando la carrera.
Cuando el cabo de los civiles escuchó esto, él se quedó con la copla y continuó amenazando y echando pestes.
He de decir que aquel cabo de los civiles con sus dos parejas estropearon lo más bonito y vistoso de nuestra carrera, que era la llegada al pueblo, pues el que más y el que menos quería presumir ante nuestros amigos y amigas, ante nuestras novias, las cuales se hallaban presentes presenciando la entrada de la carrera.
Por la tarde, cuando nos reunimos en el club, supimos que el señor Artillo no se hallaba en el pueblo, y alguien insinuó, recomendó, que dejásemos las cosas tal como estaban, que no pasaría nada, pues estábamos dispuestos a ir al Gobierno Civil a protestar. Éste que insinuó esto fue aquel chupatintas que nos ayudó a hacer el reglamento del club, y que como buen conocedor de la materia, conocía los bueyes con los que araba.
Al cabo de unos días el señor Artillo se excusó diciendo que no tuvo tiempo de avisar al cabo de los civiles y cuento acabado.
Resultado: el señor Artillo no hizo ninguna gestión en el Gobierno Civil, todos los oficios que enseñó fueron falsos, quedándose con el importe entregado por nuestro club, cantidad, que entre unas y otras cosas, pasaba de cincuenta pesetas de aquellos años, cantidad que robó a nuestro club y al Estado.
A continuación, Antonio Silva hace algunos comentarios sobre el señor Artillo donde no sale bien parado y que no vienen al caso. Relata que después de la experiencia el club hizo todas sus gestiones directamente ante el Gobierno Civil, ganando en eficacia y abaratando considerablemente los costes de las pólizas. Termina diciendo:
Nuestro club continuó con su entusiasmo participando sus socios en otros clubes de los pueblos inmediatos y de la capital, donde fueron corridas bastantes carreras y he de confesar que no tuve suerte, pues en una tuve una caída clasificándome mal, mejor dicho, muy mal. Más tarde participé en otras en Sevilla, terminando todas mis facultades de corredor ciclista, siguiendo siendo un entusiasta de este deporte, el cual hoy día me atrae y siempre que puedo no me pierdo una prueba.
El relato que sigue, continuación del anterior, nos relata Antonio Silva la historia de un atleta de Santiponce, perteneciente también al club deportivo de la localidad que pudo llegar a ser un gran atleta y no lo consiguió por diversas circunstancias. Aunque no se trate de un ciclista, merece la pena conocer su historia. Al igual que en los capítulos anteriores se puede acceder al texto original. Lo encontrarán en este enlace.
Entre todo aquel conjunto de jóvenes con gran entusiasmo por el deporte en nuestro pueblo salieron buenos deportistas, pues nos presentamos con nuestros equipos en pruebas duras, en las cuales nuestro club y nuestros corredores era la primera vez que participaban. Antes de participar en estas pruebas atléticas, fueron organizadas entre nosotros carreras de entrenamiento, en las que participaba un amplio grupo de nuestros mejores entusiastas. Cuando tuvimos un buen equipo nos presentamos como club a participar en Sevilla en la carrera de campeonato a la vuelta a la capital, carrera que organizaba el periódico La Unión, dispuestos a completar con los mejores equipos y con los mejores corredores de estos equipos, como el Real Betis Balompié y el Sevilla F.C., en los cuales se hallaban los mejores atletas de la capital entre ellos Villalba y un tal “Ciempiés”, apodo por el que lo conocíamos, el cual era el campeón de la provincia.
Esta prueba, que consistía en darle la vuelta a la ciudad, total 18 kilómetros, en la que había que echarle coraje para cuando menos clasificarse en un buen puesto, como club, como equipo, siendo como éramos neófitos en esta clase de pruebas.
He de recordar que el entusiasmo era mucho más grande que la preparación y conocimientos atléticos, con corredores veteranos y duchos en estas pruebas. Alrededor de aquella carrera que todos los años se celebraba, había un gran entusiasmo por todos los clubes y mucho más porque en ella se daban muchísimos premios, pues podían recibir premios buenos desde el primer puesto hasta el puesto 20, premios de menor valía desde el puesto 20 al 50, pues esto atraía a muchos jóvenes menos entusiastas del atletismo sólo por alcanzar un premio bueno.
Recuerdo que nos presentamos ante la imprenta en donde se tiraba el periódico La Unión, lugar desde donde partiría la carrera, en un camión adornado con banderas del club con pancartas, lo que llamó la atención de los reporteros y de todos los allí concentrados. Los fotógrafos sacaron fotos al vernos en el plan de fiesta que llegamos, pues nunca desde que se daba esta prueba, nunca vieron éstos, los reporteros, este entusiasmo, y eso nuevo que llevábamos nosotros. Un reportero deportivo del periódico nos hizo una interviú de cómo veíamos nosotros aquella carrera y qué opinábamos de nuestro equipo. Nosotros contestamos que éramos neófitos y que queríamos comprobar con esta carrera nuestras facultades como equipo y como club y vamos a procurar no quedar mal.
En esta prueba participaban unas 150 personas de unos 20 clubes de barriadas, fábricas, empresas y pueblos. Los había que participaban individualmente.
Empezó la carrera y a los trescientos metros de la salida me veo a dos de nuestro equipo que iban en cabeza, algo más retrasados a dos más, los que habían logrado salir del grueso de los corredores. Éstos continuaron en cabeza todo el tiempo, lo que nos animaba y los animábamos, pues en todo el recorrido teníamos puestos a paisanos en bicicletas que ayudaban a animarlos en esta dura prueba.
A los dos kilómetros de la salida nuestro corredor José Rodríguez Fernández marchaba ya despegado del grupo de cabeza siguiéndole un grupo de los corredores mejores del Betis y del Sevilla, en dicho grupo marchaban el hermano de José Rodríguez, Manolo, y dos más de nuestro equipo. Nosotros temíamos que Rodríguez se cansara, pues había hecho el despegue muy pronto, quedándole más de 10 kilómetros por delante. Uno de nuestros corredores quiso unirse a Rodríguez y hizo un esfuerzo escapándose del grupo de cabeza sin lograr alcanzar a Rodríguez manteniéndose todo el camino en el segundo puesto, siendo alcanzado cuando faltaba para la meta un kilómetro. Rodríguez continuaba bastante despegado, entrando el primero con más de kilómetro y medio de despegue. El segundo fue “Ciempiés”, del Betis, tercero Antonio J. Muñoz, el cuarto Villalba del Sevilla, quinto y sexto de nuestro club, Manolo y Pekín, noveno y décimo, Eugenio Muñoz y José María Castillo Álvarez, también de nuestro club. En total, de los 10 primeros puestos, seis fueros de nuestro equipo, los que nos daba el triunfo completo de la carrera, como primer puesto y como equipo, pues todos nuestros corredores se clasificaron del 1 al 20.
Estaba visto, la sensación que causó esta victoria en todos los medios deportivos, especialmente en los equipos del Betis y del Sevilla, de donde nos llovían las felicitaciones, las cuales se vio más tarde que estos iban a ver si podían arrancarnos de nuestro club a los mejores de nuestros corredores, pues nos hicieron miles de propuestas e invitaciones.
Este pugilato duró unos años, pues al año siguiente nos presentamos de nuevo dispuestos a no perder y demostrar que si el Sevilla y el Betis tienen buenos corredores, los de Santiponce también tienen corredores firmes que no se venden por una entrada libre al campo en los partidos de fútbol, pues por ese método quisieron comprarlo, tanto el Sevilla como el Betis, en donde fuimos invitados más de una vez, pues el entrenador del Sevilla, uno conocido por “El Chino”, llegó a invitarme para que yo influyera en Rodríguez, para que se decidiera a fichar en el Sevilla, pues he de decir que yo figuraba como entrenador de José Rodríguez. Pobre de mi que desconocía las normas más elementales que debe conocer un entrenador. Pues mi ayuda a éste con mis torpes conocimientos en el atletismo consistía en acompañarlo en los entrenamientos, en los cuales entre los dos buscábamos las distancias, alargándolas cada día, marcando el tiempo en el recorrido. Estos fueron todos mis conocimientos como entrenador de un corredor atlético que pudo ser una gran figura internacional.
Llegó el día de la prueba y de nuevo nos presentamos en el periódico La Unión con mucha más fuerza, con mucha más experiencia y preparación; llegando esta vez con dos camiones con nuestros entusiastas, con los camiones adornados con nuestras banderas, en donde de nuevo llamamos la atención entre los equipos allí reunidos, ya que éramos los campeones de aquella prueba y que íbamos a defenderla y no dejar arrebatarnos aquel trofeo. De nuevo se hicieron fotos, preguntas y promesas por nuestra parte de defendernos en esta prueba dura.
El recorrido esta vez era distinto, el que pasaba por el centro de la capital, pasando por el parque de María Luisa, cogiendo el paseo de las Palmeras hasta el estadio nuevo, teniendo que pasar los corredores por campos, huertas, obstáculos, lugares que habían sido escogidos por la Federación Atlética para escoger en la clasificación general un equipo que mandaría a Asturias para participar en una carrera nacional.
Nosotros pusimos en todo el recorrido a camaradas para animar a nuestros corredores. Esta vez ese día por la mañana a la salida estaba lloviendo, no gran cosa, pero que era una molestia, especialmente en algunos trozos del recorrido.
Cuando pasaban los corredores por el centro de la ciudad, y como era de esperar, nuestros corredores marchaban en el grupo de cabeza. Un hincha de nuestro pueblo, algo brutote, se encontraba en una de las calles céntricas cuando éstos pasaban. Este hincha, que estaba con su sombrero de ala ancha y con un paraguas abierto, corría por la acera de la calle dando voces y alentando a nuestros corredores, cagándose en Dios y en todos los mandamientos habidos y por haber diciendo: “me cago en Dios, como pierdas no vengas al pueblo”. Este simpático hecho de ayuda moral, fue muy comentado en la prensa, pues fue publicado todo un amplio reportaje con caricatura de Martínez de León, en el que puso mucho gusto al explicar las brutalidades que se le ocurrían a aquel entusiasta de nuestro club de nuestro pueblo, Santiponce.
Cuando el grupo de cabeza llegó al parque de María Luisa nuestro campeón marchaba sólo a bastante distancia de sus seguidores, entrando en el estadio con más de kilómetro y medio de despegue. Esta vez no pudimos lograr que ganáramos el primer puesto como equipo, pues el Sevilla y el Betis pusieron mucho interés en ganar por equipos, ya que sabían que el primer puesto era para nosotros. La clasificación de nuestro equipo no fue mala, pues seguimos fuertes, ya que nos clasificamos en segundo lugar.
Estaba visto que tanto para el Sevilla y el Betis era una vergüenza que un equipo “de catetos”, como nos llamaban, les conquistara esos puestos que durante muchos años ellos se venían conquistando uno al otro.
Después de esta prueba, José Rodríguez fue invitado por la Federación Atlética Andaluza para que participara en la prueba nacional que se celebraba en Asturias, en la que se planteaba a Rodríguez el tener que entrenar con zapatillas con púas, con las cuales él nunca había corrido. Fueron organizadas pruebas entre los mejores clasificados para la preparación del equipo, pues éstos tenían que enfrentarse con corredores nacionales como Ollalvide, Cepeda y otros, los cuales tenían el campeón de España.
Marcharos nuestros corredores andaluces para Asturias en donde entre ellos iban Villalba, el Ciempiés, Rodríguez y otros. Nosotros fuimos a despedirlos a la estación. Cuando los despedimos ocurrió un incidente con Ciempiés, pues éste, que era muy fanfarrón, hablando con uno de su club, el Betis, le decía: “vais a ver a Rodríguez, esta vez me lo cargo en Asturias”. Uno de nuestros hinchas, de nuestro pueblo, que oía esta conversación no pudo aguantarse y acercándose a ciempiés le dice: “mira tú, al lado de Rodríguez no eres ciempiés, eres una hormiga, eres un cangrejo, que en vez de ir para adelante vas hacia atrás. Tuvimos que intervenir, pues se ponía el asunto mal y eso no era bueno, ya que ellos corrían por la Federación andaluza y no por equipos de sus clubes.
Rodríguez marchaba algo temeroso, pues nos decía: “voy a notar vuestra compañía allá, pero voy a cumplir, sólo temo a estas incómodas zapatillas de púas”.
En el pueblo, en el club, en las peñas recreativas, se hacían los comentarios más variados sobre esta carrera. Los había que estaban dispuestos a marchar a Asturias para presenciarla, pero entre esos mozos de entusiastas jóvenes no había un que tuviera dos perras gordas para costearse un viaje como ese. Los hubo que quisieron hacer política con este deporte insinuando estar dispuesto a dar sus camiones para que nos llevaran hasta Asturias, cosa que no cuajó, como ya digo, porque esto eran sólo proposiciones para conquistar simpatías entre los jóvenes con miras a acciones políticas en el pueblo. Este Señor fue José Romero Velásquez, fuerte industrial de nuestro pueblo que por aquellos años contaba en el pueblo con mucha simpatía, en general. Murió como gran fascista.
La carrera en Asturias tuvo lugar en condiciones muy pésimas, pues los obstáculos fueron muchos para nuestro corredor con un terreno poco conocido, en el cual había llovido mucho. En estas condiciones tuvo que correr Rodríguez clasificándose en tercer lugar, con el agravante de haberse salido del itinerario, teniendo que regresar al verdadero, pues Rodríguez fue toda la carrera en cabeza y con despegue. A dos kilómetros de meta se le sale una zapatilla, optando por tirar las dos, haciendo el recorrido de dos kilómetros descalzo, en donde fue alcanzado por Cepeda y Ollalvide, los cales a la entrada del estadio lo despegaron, entrando el tercero con los pies chorreando en sangre, sacándoles entre los dos corredores una distancia de 10 metros, por lo que ganaron la prueba.
La Federación Andaluza protestó, pero la Federación Nacional otorgó losa premios y puestos tal como fueron clasificados, rconociendo ésta y todos los reporteros deportivos que la carrera pertenecía a Rodríguez, reconocimiento que manifestó Cepeda y Ollalvide, los cuales fueron honrados al manifestarlo.
Nuestro Ciempiés no se portó mal, pues entró entre los 20 primeros puestos.
Cuando regresaron nuestros corredores, en un encuentro que tuvimos con el entrenador del Sevilla, que era al mismo tiempo el de la Federación Andaluza (el Chino), nos decía: “Rodríguez se encuentra en condiciones físicas para competir con los mejores atletas del mundo, sólo que le falta una gran preparación deportiva, atlética, que él no conoce, que él no tiene”.
Rodríguez fue designado para participar en Italia en un campeonato mundial, en el que no pudo participar por haberse hecho un trauma en una pierna en los entrenamientos. Esto y la decepción de la carrera de Asturias, con los consejos en su casa y en toda la familia, hicieron que perdiera el entusiasmo para seguir. Consecuente con estas cualidades propias que él físicamente disponía, con las cuales puedo haber sido una gran figura mundial en el atletismo.
Moscú 18 de Junio de 1960.
En este capítulo publicamos un escrito de Antonio Silva con una dimensión diferente a los anteriores. Es una narración más íntima que histórica, pues nos cuenta cómo vivía las noticias, en este caso de índole deportiva, que recibía constantemente desde Santiponce.
En la primera parte, agradece emocionado la tarjeta de invitación al homenaje que ofrecido a Francisco Moreno Velázquez “Currito de Santiponce” con motivo de los campeonatos de España de veteranos logrados en las temporadas 1958 y 1959.
A continuación nos cuenta con emoción la presencia de otro vecino de Santiponce en la élite del deporte.
El escrito original en este enlace.
Es una gran alegría hoy recibir noticias calurosas que nos atraen y nos acercan al recuerdo de lo que fuimos en nuestra juventud, hecho que quiero dejar expuesto en estas narraciones. Porque en él hay un justo reconocimiento al sacrificio, al entusiasmo que emprendimos por aquellos años, que como entusiasta que fui de aquel gran movimiento juvenil deportivo, saludo y agradezco la atención hacia mí, a pesar de la distancia que la vida nos ha separado.
Con la mayor alegría que el hecho merece, he recibido una tarjeta de invitación al acto honorario de entrega de la copa de campeón de España a mi paisano, consecuente corredor que emprendió esta difícil y atractiva profesión deportiva como neófito en nuestro club ciclista italicense de Santiponce.
El correr de los años en esta abnegada profesión, se ha visto coronado con el alto título de campeón de España de la temporada 1958-1959 por nuestro veterano en el ciclismo Francisco Moreno Velázquez, hecho que he saludado con el mayor agradecimiento al sacrificio y honor conquistado por este abnegado neófito que ha dado para nuestro pueblo un amplio realce al deporte, del cual hoy nos sentimos orgullosos, hecho que he saludado emocionado ante el triunfo alcanzado y mucho más, al tenerme en cuenta a pesar de la distancia a la que hoy me encuentro de nuestro pueblo.
Moscú 18 de Julio de 1960.
Inmediatamente, Antonio Silva alude a otro de nuestros deportistas de cierta relevancia, Francisco Domínguez López, que militó en la primera plantilla del Real Betis Balompié entre los años 1958 y 1961, hecho que rememora al recibir la noticia de la consecución del Trofeo Carranza en 1964. en El escrito original, probablemente esta parte fue añadida a lo anterior por el carácter deportivo de ambas.
Quiero dejar expuesto otra gran atención que han tenido los amigos en el deporte de mi pueblo, los que me mandan una foto con el trofeo conquistado por el club bético en un encuentro ganado en la ciudad de Cádiz, en el que figura como portero el conocido jugador el “Sépiro”, también neófito, que emprendió su carrera olímpica y atlética en nuestro legendario club italicense, siendo hoy figura nacional en el equipo del Real Betis de Sevilla.
Atención que agradezco al no olvidarme en este sencillo detalle por ellos realizado en su activo entusiasmo deportivo, del cual fui entusiasta colaborador, participando en su fundación y desarrollo de nuestro deporte de masas de nuestra juventud en nuestro pueblo.